domingo, 1 de febrero de 2009

Facturas de vieja

Hoy es un domingo algo nublado, fresco, a pesar de estar en pleno verano. Extrañamente en el ambiente puede percibirse un silencio no habitual. Se escucha el intenso sonido de las chicharras y la gente parece haber desaparecido no sólo del edificio en el que vivo, sino del barrio de Colegiales.

No puedo evitar recordar esos domingos allá por 1986, cuando tenía cinco años vivía en Palermo y no había ningún negocio abierto, de hecho no existían los comercios chinos.
Admito que no logro concebir un domingo tan particular sin tomar acompañada un buen mate con facturas.

Obviamente, teniendo una panadería de las buenas a tres cuadras fui a cumplir mi cometido. Saqué número, adelante mío había un grupo de adolescentes varones flacos y altos con un metabolismo envidiable, ya que hablaban de los seis súper panchos que se había comido cada uno unas tres horas antes.
Entonces, uno de ellos le dijo al resto la siguiente frase: "Boludos, yo tengo unas ganas de comer facturas, pero de esas "facturas biennn de vieja". La expresión me pareció originalmente divertida, me causó asombro, un poco de preocupación, y despertó una absurda gran incógnita.

¿Cuáles serían para Uds. las "facturas de vieja" por excelencia?
En mi opinión, la lista la encabezarían las tortitas negras, los vigilantes con o sin crema pastelera y las palmeritas. Mi mamá las miró como si le trajeran algún buen recuerdo lejano, así que quizás mi elección no haya sido tan errada.